En las
recientes clases de Psicología hemos abordado dos cuestiones de las que
hablaremos en este post aplicadas a –quién si no- Steve Jobs: la diferencia
entre percepción y realidad y las formas de argumentar. Ambos conceptos están
muy ligados, ya que Jobs se servía de una distorsión de la realidad que le daba
casi siempre por vencedor en todas las discusiones que mantenía.
Steve
se caracterizaba por ser una persona muy exigente con sus trabajadores. Sin embargo,
no se daba cuenta de que muchas veces esta exigencia sobrepasaba la realidad,
como cuando pedía que un trabajo terminase en tal fecha y era evidente que era
imposible cumplir su orden.
Esta
visión poco realista era conocida como “el campo de distorsión de la realidad”.
Unas palabras de un miembro del Mac, Bud Tribble, lo describe a la perfección:
“En presencia de Steve, las realidad es algo maleable. Puede convencer a
cualquiera de prácticamente cualquier cosa. El efecto se desvanece cuando él ya
no está, pero hace que sea difícil plantear plazos realistas”.
Y es
que Jobs moldeaba la realidad a su antojo. La gente era consciente de ello,
pero aun así siempre caían en su campo de distorsión: “Se pone en
funcionamiento cuando él tiene una visión ilógica del futuro. Te das cuenta de
que no puede ser cierto, pero de alguna forma él consigue que lo sea”,
expresaba el cofundador de Apple, Wozniack. Hasta tal punto llegaba ese
acomodamiento de la realidad a la voluntad de Steve que sus propios empleados
desarrollaban técnicas para combatirlo, “pero tras un tiempo la mayoría nos
rendíamos y pasábamos a aceptarlo como una fuerza de la naturaleza”, aseguraba
otro miembro del equipo Mac.
Y si
por casualidad la realidad era ya imposible cambiarla, cabían dos posturas. La
primera consistía en limitarse a ignorar a la realidad, como hizo cuando
inesperadamente nació su hija Lisa. No reconoció ser el padre, ni siquiera tras
las pruebas biológicas, y la abandonó con su madre. Solo después de la decisión
de un tribunal prestó ayuda a las dos. No obstante, cabe decir a favor de Jobs
que una de las cosas de las que más se arrepiente es precisamente esta, y
reconoció que actuó como un “gilipollas”.
La otra
forma de actuar en caso de que no pudiese cambiar la realidad consistía en
llorar a moco tendido cual niño pequeño. Así actuó cuando se acercaba su
destitución como presidente de Apple. La distorsión de la realidad no había
funcionado, y solo le quedaba acudir a la compasión para no ser despedido.
Cuesta imaginarse a una persona de la talla de Steve Jobs lloriqueando ante los
miembros del Consejo de Administración.
Hemos
visto en clase que la mejor argumentación consiste en mostrar los beneficios
que conseguirá la persona si te da la razón. Sin embargo, Jobs se apoyaba en su
campo de distorsión para resultar ganador de todas las batallas dialécticas que
mantenía: “Conseguía adaptar cualquier dato para que se adecuase al propósito
perseguido. Si una de sus argumentaciones no lograba convencerte, pasaba con
gran destreza a la siguiente. En ocasiones era capaz de dejarte sin argumentos
al adoptar de pronto tu misma postura como si fuera la suya, sin reconocer en
ningún momento que antes él había pensado de forma diferente.
Aunque
esa distorsión de la realidad le reportó muchos beneficios a lo largo de su
vida, lo cierto es que también constituyó fuente de grandes disgustos. El mayor
de todos, el del Mac. Al respecto, una trabajadora explica que su campo de
distorsión “puede servir como acicate inicial, pero después te acabas
encontrando con la dura realidad”. El Mac se vendió bastante bien durante los
primeros meses, pero con el paso del tiempo quedaban patentes sus limitaciones,
fruto de la testarudez y distorsión de Jobs.
Puede
que esta obsesión por diferenciar realidad de percepción le llevó a cuidar con
tanto esmero el diseño de sus productos. No siempre eran los mejores, pero el
diseño resultaba tan atractivo que alguno de ellos llegó a exponerse en algún
museo de arte contemporáneo.
Pero no
solo se preocupaba por el diseño, sino también de la percepción que los
clientes tenían de sus productos. Esta fue la causa por la que se decidió
montar tiendas de Apple, ya que “Jobs no podía soportar que un iMac estuviese
entre un Dell y un Compaq mientras un empleado desinformado recitaba las características
de cada uno”, recoge Isaacson. Así, la gente percibía Apple como una empresa
exclusiva y Jobs tenía el control total sobre el mensaje que quería dirigir a
sus clientes.
Steve
Jobs es un claro ejemplo de la no identificación entre realidad y percepción y
de cómo manipular la segunda para cambiar así la primera.
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