miércoles, 1 de mayo de 2013

El campo de distorsión de realidad de Steve Jobs


En las recientes clases de Psicología hemos abordado dos cuestiones de las que hablaremos en este post aplicadas a –quién si no- Steve Jobs: la diferencia entre percepción y realidad y las formas de argumentar. Ambos conceptos están muy ligados, ya que Jobs se servía de una distorsión de la realidad que le daba casi siempre por vencedor en todas las discusiones que mantenía.

Steve se caracterizaba por ser una persona muy exigente con sus trabajadores. Sin embargo, no se daba cuenta de que muchas veces esta exigencia sobrepasaba la realidad, como cuando pedía que un trabajo terminase en tal fecha y era evidente que era imposible cumplir su orden.

Esta visión poco realista era conocida como “el campo de distorsión de la realidad”. Unas palabras de un miembro del Mac, Bud Tribble, lo describe a la perfección: “En presencia de Steve, las realidad es algo maleable. Puede convencer a cualquiera de prácticamente cualquier cosa. El efecto se desvanece cuando él ya no está, pero hace que sea difícil plantear plazos realistas”.

Y es que Jobs moldeaba la realidad a su antojo. La gente era consciente de ello, pero aun así siempre caían en su campo de distorsión: “Se pone en funcionamiento cuando él tiene una visión ilógica del futuro. Te das cuenta de que no puede ser cierto, pero de alguna forma él consigue que lo sea”, expresaba el cofundador de Apple, Wozniack. Hasta tal punto llegaba ese acomodamiento de la realidad a la voluntad de Steve que sus propios empleados desarrollaban técnicas para combatirlo, “pero tras un tiempo la mayoría nos rendíamos y pasábamos a aceptarlo como una fuerza de la naturaleza”, aseguraba otro miembro del equipo Mac.

Y si por casualidad la realidad era ya imposible cambiarla, cabían dos posturas. La primera consistía en limitarse a ignorar a la realidad, como hizo cuando inesperadamente nació su hija Lisa. No reconoció ser el padre, ni siquiera tras las pruebas biológicas, y la abandonó con su madre. Solo después de la decisión de un tribunal prestó ayuda a las dos. No obstante, cabe decir a favor de Jobs que una de las cosas de las que más se arrepiente es precisamente esta, y reconoció que actuó como un “gilipollas”.
La otra forma de actuar en caso de que no pudiese cambiar la realidad consistía en llorar a moco tendido cual niño pequeño. Así actuó cuando se acercaba su destitución como presidente de Apple. La distorsión de la realidad no había funcionado, y solo le quedaba acudir a la compasión para no ser despedido. Cuesta imaginarse a una persona de la talla de Steve Jobs lloriqueando ante los miembros del Consejo de Administración.

Hemos visto en clase que la mejor argumentación consiste en mostrar los beneficios que conseguirá la persona si te da la razón. Sin embargo, Jobs se apoyaba en su campo de distorsión para resultar ganador de todas las batallas dialécticas que mantenía: “Conseguía adaptar cualquier dato para que se adecuase al propósito perseguido. Si una de sus argumentaciones no lograba convencerte, pasaba con gran destreza a la siguiente. En ocasiones era capaz de dejarte sin argumentos al adoptar de pronto tu misma postura como si fuera la suya, sin reconocer en ningún momento que antes él había pensado de forma diferente.

Aunque esa distorsión de la realidad le reportó muchos beneficios a lo largo de su vida, lo cierto es que también constituyó fuente de grandes disgustos. El mayor de todos, el del Mac. Al respecto, una trabajadora explica que su campo de distorsión “puede servir como acicate inicial, pero después te acabas encontrando con la dura realidad”. El Mac se vendió bastante bien durante los primeros meses, pero con el paso del tiempo quedaban patentes sus limitaciones, fruto de la testarudez y distorsión de Jobs.
Puede que esta obsesión por diferenciar realidad de percepción le llevó a cuidar con tanto esmero el diseño de sus productos. No siempre eran los mejores, pero el diseño resultaba tan atractivo que alguno de ellos llegó a exponerse en algún museo de arte contemporáneo.

Pero no solo se preocupaba por el diseño, sino también de la percepción que los clientes tenían de sus productos. Esta fue la causa por la que se decidió montar tiendas de Apple, ya que “Jobs no podía soportar que un iMac estuviese entre un Dell y un Compaq mientras un empleado desinformado recitaba las características de cada uno”, recoge Isaacson. Así, la gente percibía Apple como una empresa exclusiva y Jobs tenía el control total sobre el mensaje que quería dirigir a sus clientes.

Steve Jobs es un claro ejemplo de la no identificación entre realidad y percepción y de cómo manipular la segunda para cambiar así la primera. 

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