Leyendo
las lecturas sobre los principios de influencia, y en concreto el de
reciprocidad, no deja de venirme a la cabeza la película Qué bello es vivir.
El
principio de reciprocidad consiste en tratar a los demás como ellos nos tratan.
De este modo, uno se asegura que cualquier recurso que uno comparta con otros
más necesitados en un momento dado, le será devuelto por los demás cuando esté
en las mismas circunstancias.
Pues
bien, este principio se puede ver perfectamente en el film de Capra. El
protagonista, James Stewart, regenta una empresa dedicada a dar pequeños
préstamos a los ciudadanos de un pueblo para sus gastos. Justo el día de su
boda, ocurre el crak de la bolsa, y todos los que tenían metido el dinero en
esa empresa se agolpan en las oficinas para retirarlo cuanto antes. Stewart,
que ve que es imposible responder a las necesidades de todos los que están ahí
(ya que el dinero disponible no daba para todos), no ve más remedio que sacar
ese dinero de los ahorros que tenía guardados para su luna de miel. De este modo,
evitó que la empresa cayese en manos de un anciano avaro. A partir de ese
momento, James comenzó a despertar sentimientos de admiración entre todos los
del pueblo.
Pasan
los años y James empieza a tener hijos. Tiene un futuro fantástico, pero decide
descartar todas las ofertas que le planten porque quiere seguir dirigiendo la
empresa que un día le dejó su padre. Sin embargo, una desgracia se cernía sobre
él. Era el día de dar los respectivos impuestos a Hacienda, pero el encargado
de guardar esa cantidad, el tío de James, pierde la totalidad por culpa del
avaro anciano. Por ello, la empresa no podía pagar a Hacienda y por tanto James
iría a la cárcel por culpa de esa negligencia. A partir de entonces, James se
lamenta de todo lo bueno que hizo, de sus hijos, su mujer, la gente a la que
ayudó… Sin ninguna escapatoria decide poner punto y final a su desgraciada
vida, pero en el momento en que se lanzó desde el puente un ángel le salvó del
trágico desenlace. Sin embargo, no cree que sea un ángel, y solo cuando le
muestra cómo habría sido la vida del pueblo sin James (las desgracias que
ocurren, la situación de su mujer, etc…) cree de verdad que es un ángel y se
arrepiente de los malos pensamientos que lanzó sobre su familia y amigos.
Así, el
lloro y el llanto se transforman en una alegría inmensa que la posibilidad de
ser arrestado no empaña. Vuelve a casa, donde estaban preocupados por él, y de
repente ocurre otro milagro: todas las personas a las que había ayudado
comienzan a corresponderle por tantos años de favores. De este modo, no solo
consigue la cantidad necesaria pagar para hacienda, sino también para poner
punto y final a la estrechez económica que durante tantos años pasó él junto
con su familia. Un ejemplo claro del principio de reciprocidad.