En un
primer momento, Sculley parecía ganador del duelo que mantuvo con Jobs, y así
fue durante un tiempo. Pocos días después de haber sido despojado de su equipo
del Macintosh, Steve fue al auditorio en el que Sculley explicaba a los
empleados el nuevo plan empresarial, y se sentó en silencio en la última fila.
Pues bien, probablemente fue este uno de los peores momentos que Sculley pasó
en su vida. Jobs centró su atención únicamente en Sculley, “mirando fijamente y
sin pestañear”, como si de un psicópata se tratase. Hasta tal punto afectó este
momento al propio Sculley que, años después, todavía recordaba esa mirada de
desprecio: “Es implacable, como unos rayos X que te penetran hasta los huesos,
hasta el punto en el que te sientes desvalido, frágil y mortal”.
Esta es
solo una prueba más de cómo persuadía Jobs. No solo con palabras, gestos o
imágenes, sino también con una mirada capaz de empequeñecer hasta al más
grande.
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