martes, 19 de marzo de 2013

Un método peligroso


Un método peligroso (A Dangerous Method), narra la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender) y Sigmund Freud (Viggo Mortensen), padre del psicoanálisis, así como la relación que establece el primero con una de sus pacientes y posterior amante, Sabina Spielrein (Keira Knightley) . Ambientada en la Viena de principios del siglo XX y basada en acontecimientos reales, se trata de un drama biográfico-psicológico con las pulsiones y deseos sexuales de los protagonistas como telón de fondo.

El director canadiense David Cronenberg ha demostrado un enorme interés a lo largo de su filmografía en explorar los rincones más oscuros y sórdidos del subconsciente y la psicología humana. Un subconsciente compuesto, según su visión, por sexo y violencia. El cine de Cronenberg se ha caraterizado desde sus inicios por mostrar un enorme interés por la violencia, no sólo física sino también psicológica, la violencia que se encuentra tras los instintos y pulsiones humanos. Es por ello que su penúltima película (tras el estreno este año de su última obra, Cosmopolis) encaja a la perfección no solo dentro de su filmografía sino dentro también de este blog.

La película narra, como se ha dicho, la relación entre los psiquiatras Freud y Jung, centrándose en la teoría del psicoanálisis, una práctica terapéutica creada por el propio Freud en 1986. Basándose en el análisis de los conflictos sexuales que se originan de manera inconsciente durante la niñez, tiene como objetivo la investigación y el tratamiento de las enfermedades mentales. La doctrina psicoanalista sostiene que los impulsos instintivos reprimidos por la conciencia permanecen en el subconsciente y afectan al sujeto.

Esto puede apreciarse especialmente durante la película en el personaje de Sabina, interpretado por Keira Knightley, una paciente marcada por los abusos sexuales sufridos durante su infancia. También, en la relación sexual enfermiza que se establece entre ella y Jung, en la que florecen sus propias represiones.

Un método peligroso se confirma así como un gran acercamiento a las teorías psicoanalistas de Freud, así como a su compleja relación con Carl Jung y su división de opiniones en torno a diversos conceptos, todo ello bajo una estética y puesta en escena más convencional y accesible, casi teatral, de la que habitualmente Cronenberg acostumbra.

Psicología y Cine


Psicología. Ciencia que estudia el comportamiento humano y los procesos que mentales que subyacen a ese comportamiento. Cine. Técnica de proyectar fotogramas de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento. Desde este pequeño espacio, trataremos de construir un puente entre ambos campos, en apariencia inconexos. Pero, a pesar de lo que podamos pensar, la relación entre ambos es total, ya que las películas reflejan y evocan sentimientos que nos impactan e incluso marcan nuestras vidas. Además, nos permite vivir de manera directa y emocionalmente muy cercana situaciones de todo tipo. Aquí, comentaremos películas, secuencias, personajes, conflictos… Cine y psicología. Psicología y cine. Ambos inabarcables. Ambos apasionantes.

sábado, 9 de marzo de 2013

Mirada de desprecio



En un primer momento, Sculley parecía ganador del duelo que mantuvo con Jobs, y así fue durante un tiempo. Pocos días después de haber sido despojado de su equipo del Macintosh, Steve fue al auditorio en el que Sculley explicaba a los empleados el nuevo plan empresarial, y se sentó en silencio en la última fila. Pues bien, probablemente fue este uno de los peores momentos que Sculley pasó en su vida. Jobs centró su atención únicamente en Sculley, “mirando fijamente y sin pestañear”, como si de un psicópata se tratase. Hasta tal punto afectó este momento al propio Sculley que, años después, todavía recordaba esa mirada de desprecio: “Es implacable, como unos rayos X que te penetran hasta los huesos, hasta el punto en el que te sientes desvalido, frágil y mortal”. 

Esta es solo una prueba más de cómo persuadía Jobs. No solo con palabras, gestos o imágenes, sino también con una mirada capaz de empequeñecer hasta al más grande.

viernes, 8 de marzo de 2013

¿A qué necesidades apela Apple?

Apple vende más que aparatos tecnológicos. Sus productos pretenden de alguna manera dar mayor estatus al que lo compra, de modo que el cliente se distinga de los demás. Hasta tal punto llegaba tal obsesión de los consumidores por diferenciarse, que cuando Apple sacó un portátil negro con idénticas características a uno blanco lanzado hace unos meses, hubo gente que lo compró aunque costase 200 dólares más que el blanco solo por diferenciarse del vecino de al lado. Esto es precisamente lo que perseguía Apple con su campaña "Piensa diferente".

La empresa de la manzana también da respuesta a la necesidad de mucha gente por estar a la última en tecnología. Jobs jugaba con esa necesidad y por ello no hacía sus productos lo más perfectos posibles para que al cabo de unos meses pudiese corregir ciertos errores y sacar una versión actualizada que arrasaría en las tiendas.

De este modo, Apple ha conseguido un público no solamente fiel y capaz de comprar lo que sea, sino también unos consumidores proselitistas que van hablando a los demás de lo fantásticos que son sus productos.

Mago de las presentaciones

Probablemente, Apple sea una de las empresas que mejor cuida las presentaciones de sus productos. La causa de ello, su fundador, Steve Jobs, quien ponía el mismo empeño en desarrollar el producto como en presentarlo. Con la entrada anterior, uno puede haberse forjado la idea de un Jobs totalmente manipulador en su intento de hacerse con el control de la empresa. Sin embargo, en este post hablaremos de cómo usaba la persuasión para vender el mayor número de productos posibles, pero sin buscar solo su propio beneficio, sino también el de toda la sociedad.

Steve aprendió de su padre una cosa que marcaría posteriormente a Apple y le diferenciaría de sus competidores: la obsesión por un perfecto acabado, incluso en zonas no visibles para el consumidor. Esa manía se veía culminada en la presentación de cada producto. Era este el tercer elemento, tras anunciarse en televisión y crear expectativas en la prensa, "de lo que pasaría a ser la guía de Jobs para hacer que el lanzamiento de un nuevo producto pareciera un hito trascendental en la historia universal", recoge Isaacson en su libro.

¿Y cómo se traduce esa obsesión? 
Jobs introdujo una serie de novedades en sus presentaciones. Por ejemplo, en la del primer Macintosh, hizo que el propio ordenador se presentase a sí mismo: "Aquello fue el caos más absoluto, con la gente entre el público dando saltos y agitando los puños en un frenesí entusiasta. La ovación se prolongó durante cinco minutos". La misma reacción se produciría también en posteriores presentaciones.

Steve sabía cambiar actitudes. En sus presentaciones, conseguía cambiar cada uno de sus tres componentes: creaba una opinión favorable, lograba emocionar y causar furor, y por último todo esto se traduce en el deseo de comprar, en muchos casos independientemente del precio. En definitiva, no se limitaba solamente a cambiar un componente, sino que los modificaba todos a la vez.

Otro punto interesante de sus presentaciones es ese momento amargo inevitable: el de decir el precio. Jobs era consciente de ello, y cuando presentó su primer ordenador con Next, empleó una técnica persuasiva que "se convertiría en una costumbre a lo largo de sus presentaciones: enumeraba  todas las características, las describía como elementos cuyo valor era de miles y miles de dólares y conseguía así que el público imaginase lo prohibitivo que iba a resultar". Entonces decía el precio real y conseguía arrebatar los aplausos del público. A continuación, acudiría técnicas para endulzar el ambiente. En el caso del ordenador antes comentado, presentó al público un violinista de la Orquesta Sinfónica que interpretó junto con el aparato una obra de Bach. De este modo, el precio y los demás fallos que tuvo el producto quedaban olvidados.

En definitiva, Jobs sabía captar los intereses de los consumidores. Conocía lo que quería la gente aun sin realizar estudios de mercado, ya que decía que "los clientes no saben lo que quieren hasta que se lo mostramos". Era consciente de lo que necesitaba la gente, algo de lo que hablaremos próximamente.

viernes, 1 de marzo de 2013

Jobs y Sculley: una guerra de persuasión

Tras la clase sobre las actitudes, pensé en la forma de relacionarla con la biografía de Steve Jobs. Lo primero que se me vino a la cabeza fue lo que vimos sobre el halago. Pues bien, en este post hablaremos de cómo Jobs se sirvió de él para hacerse con el control de la compañía que el mismo había fundado. 

Es conocida por muchos la forma de ser de Steve, de lo que también hablaremos en próximas publicaciones. Destacaba por ser una persona grotesca, maniática y con la que se hacía imposible discutir, ya que siempre se hacía con la suya y hacía prevalecer su opinión, lo que a veces beneficiaba a Apple pero otras le perjudicaba.

Por ello, cuando la empresa comenzó a carburar se hizo necesario la figura de alguien que le parase los pies. El primero en hacerlo fue Mike Scott, quien aceptó el cargo con reparo, pero me centraré en el que le sucedió, John Sculley.

Órdago de Jobs
En Central Park, donde Jobs lanzó el órdago a Sculley
Procedente de Pepsi, era todo un genio del marketing. Movido por los piropos que oía de él, Steve decidió ficharlo para ser consejero delegado y ser así el encargado de controlarle. Pero Sculley tenía miedo a comprometerse y prefería colabora de forma esporádica. No obstante, Jobs consiguió convencerlo con una frase que quedaría grabada para siempre en la mente de Sculley: "¿Quieres pasarte el resto de tu vida vendiendo agua azucarada o quieres una oportunidad para cambiar el mundo?".

Y el pez picó. Jobs lanzó el órdago y lo ganó. Había conseguido persuadir a Sculley a través de una pregunta un tanto provocativa que le planteaba un dilema: o quedarse estancado en Pepsi o bien formar parte de una empresa que cambiaría el mundo.

¿Y por qué tenía tanto interés en Sculley? ¿Solo por su genialidad en el marketing? Una vez en Apple, Sculley y Jobs se comportaron como una pareja de enamorados, lanzándose piropos continuamente y ensalzando las cualidades del otro. Pero Steve lo hacía con un objetivo claro: cuanto más le halagase, mejor se sentiría Sculley con él y, por tanto, más cedería ante ciertos comportamientos de Jobs. Aun cuando parecía evidente que el trabajo de Sculley no era para tanto, Steve insistía en el con el fin de tener más libertad.

Prueba de ello es lo que comentaba Joana Hoffman, miembro del primer equipo del Mac: "Steve hacía que Sculley se sintiera como alguien excepcional. Sculley nunca se había sentido así y aquello lo cautivó, porque Steve proyectaba en él un montón de atributos que en realidad no poseía, de manera que estaba como atolondrado y obsesionado con él".

Aun así, Jobs cedió ante Sculley en incrementar en 500 dólares el Mac para planear una gran campaña publicitaria. Veinticinco años después Jobs consideró que fue esta "la razón principal por la cual las ventas se redujeron". "La decisión -escribe Isaacson- le hizo sentir que estaba perdiendo el control de su empresa, y aquello era tan peligroso como un tigre que se siente acorralado".

Fin del amor
Y entonces las dos personalidades chocaron. Al Alcorn, ingeniero jefe de la empresa Atari, decía que "Sculley trataba de mantener a la gente contenta. A Steve eso le importaba una mierda". La dirección de Apple, decepcionada por el número de ventas del Mac, se empezó a causar de los dos; de Sculley por no ser capaz de controlar la situación, y de Steve por "comportarse como un malcriado caprichoso". No obstante, Sculley  tuvo agallas para pedir ante el  consejo que Jobs fuese apartado del equipo del Mac. Ante esto, Steve volvió a echar mano de la persuasión para remediar tal situación hasta el punto de llorar o de llamar a Sculley en mitad de la noche para decirle "eres fantástico y solo quiero que sepas que me encanta trabajar contigo".

Finalmente, Sculley fue respaldado por el consejo y Jobs comenzaría a perder el control del Mac poco a poco. Entonces Steve le consideró un traidor, pero después trató de reparar su relación: "La amistad de John es más importante que cualquier otra cosa, u lo mejor que debería hacer es centrarme en nuestra amistad".

Hasta aquí la historia de Jobs y Sculley. Obviamente, la guerra persuasiva aún no había acabado y quedaban todavía muchas batallas por librarse. Pero lo que espero que haya quedado claro es cómo un genio como Steve se sirvió de la persuasión, no solo para vender sus productos, sino también para hacerse con el control de su empresa.